El nombre Histeria fue utilizado antiguamente por la psicología para agrupar una serie de trastornos que aparentemente eran obra del mismísimo Lucifer, debido a la magnitud y perplejidad de sus síntomas.

Este término recogía, entre otros, el Trastorno de Conversión; un peculiar cuadro caracterizado por la alteración del funcionamiento motor o sensorial sin causa biológica/ orgánica que lo explique. Dentro de los trastornos psicológicos son famosos los casos de ausencias, cegueras, convulsiones, que no  se podían explicar por la presencia de una enfermedad biológica.

«Hysteria” proviene del griego y significa útero, esto se debe a que en diferentes culturas antiguas (como la griega) se conocían las afecciones específicas en las mujeres que eran atribuidas a movimientos anormales del útero. La histeria siempre se ha asociado a la mujer, pues en cierta manera, eran más sonados en número los casos de mujeres que tenían este tipo de problemas. La explicación de por qué es un fenómeno predominantemente femenino ha sido un tema de controversia, relacionado con la opresión de la mujer, pero nos desviaremos del propósito de esta entrada si abordamos esta cuestión, ya que es un tema complejo y de opinión variada; por tanto, será un tema que se trate en otro momento.

Si avanzamos en el eje cronológico desde la Antigua Grecia, encontramos que en la Edad Media, la sintomatología histérica se atribuía a posesiones demoníacas o embrujamientos. Por ejemplo, el libro Malleus Moleficarum fue utilizado en la inquisición  como una guía y podría decirse que fue uno de los mayores tratados de psicopatología de la época, aunque siempre bajo el lema de «La Gracia Divina».

malleus-maleficarumFue durante el siglo XIX cuando Charcot, Janet y, sobre todo,  Freud, comienzan a incluir a desglosar  detenidamente esta dolencia, desde su delimitación como trastorno, hasta sus mecanismos de génesis.

Charcot observó en la clínica de Salpêtrière a mujeres tratadas por afecciones neurológicas que presentaban síntomas como convulsiones, parálisis musculares, desvanecimientos, entre otros, y para los que no encontraba ninguna base orgánica. Charcot atribuyó sus causas a un carácter psicológico, denominando este cuadro “conversión histérica”.

La semana pasada, abordamos el tema de la somatización. Pues bien, los trastornos por somatización siempre han estado entrecruzados con los trastornos conversivos, ya que ambos provienen del concepto de histeria y comparte patrones de personalidad histriónica (aunque hay que decir que este patrón de personalidad se relaciona más con somatización).

El trastorno de conversión proviene del antiguo término Neurosis Histérica, dejando a un lado aquellas neurosis histéricas de tipo disociativo ( trastornos disociativos).  Se caracteriza por una pérdida o alteración real del funcionamiento motor o sensorial sin motivo o causa biológica.  Existe una relación temporal entre un evento estresante y el comienzo de los síntomas de conversión, por ejemplo, una ceguera.

Hay que tener cuidado a la hora de establecer un diagnóstico para este cuadro, pues sólo se debe hacer tras un exhaustivo examen médico que descarte cualquier causa orgánica; aunque no se excluye la posibilidad de su existencia si la causa orgánica no explica en su totalidad la enfermedad.

Trastornos de conversión pueden presentarse de cuatro formas:

1.- Con síntoma o déficit motor:

Cuando se presentan síntomas de alteración de la coordinación psicomotora y del equilibrio, parálisis o debilidad muscular localizada, dificultad para deglutir, sensación de nudo en la garganta, afonía y retención urinaria.

2.- Con crisis o convulsiones:

Este subtipo incluye crisis o convulsiones, con presencia de componente motor voluntario o sensorial. No aparecen lesiones, mordedura de lengua, actividad paroxística en el Electro Encefalograma, ni descontrol de los esfínteres.Estas crisis pueden durar unos minutos y el paciente puede recordar los sucedido tras la crisis.

3.- Con síntoma o déficit sensorial:

En este subtipo aparece la sensación de pérdida de la sensibilidad táctil y dolorosa, diplopía (visión doble), ceguera (la más típica es la visión en forma de cañón donde se va perdiendo progresivamente y de forma concéntrica del campo de visión), sordera y alucinaciones.

4.- De presentación mixta:

Este subtipo se define por la presencia de varios síntomas que mezclan los motores, convulsiones o sensoriales.

Este trastorno psicológico al igual que peculiar tiene asociadas unas características como son:

  • Belle indifference: a pesar de sus manifestaciones físicas el afectado parece completamente despreocupado.
  • Simbolismo de los síntomas
  • Personalidad histriónica
  • Existencia de beneficios primarios (resolución somática del conflicto) y secundarios (beneficios asociados al papel de enfermo).
  • Existencia de modelos familiares que ya lo tengan
  • Estrés previo al síntoma.

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Hubiera sido genial si Charcot y todos los autores que comenzaron investigando estos trastornos, se hubieran adelantado unos siglos, para explicar que pese a parecer obra del mismísimo demonio, los síntomas que parecían poseer a las personas eran básicamente fruto de factores psicológicos.  

Desgraciadamente, las mujeres como hemos dicho al comienzo son la población que es más afectada por este tipo de dolencia. Tal vez, a causa de haber vivido inmersa en una sociedad que la ahogaba con unas pautas muy marcadas de comportamiento, pues cuando no se puede hablar con la boca, se habla con el corazón, y esté a su vez, habla como buenamente puede.  Aunque haya habido muchas mujeres que se hubieran hecho amigas del mismo Lucifer por cambiar de vida.

Si te ha interesado este  tema, te recomiendo una película de Uma Thurman del 2002. Se llama Hysterical Blindness.

Además os recordamos que en Emae ofrecemos tratamiento para este y más trastornos Psicológicos.

Autora: 

Esperanza Merlos, Psicóloga en Clínica Emae.