Estás durmiendo, te encuentras en la oscuridad cruzando un estrecho pasillo. Empiezas a ver como unos destellos de luz se acercan a ti, acrecentándose con cada uno de tus pasos. Se convierten poco a poco en anillos continuos, que se aceleran y comienzan a hacerte sentir diferente. Todo te sobrepasa, tus pensamientos se adelantan a tus actos y comienza a faltarte la respiración. Despiertas sobresaltado, con una sensación de ahogo, tus pulmones intentan llenarse a grandes bocanadas de aire cada vez más continuas, y tu corazón se acelera intentando seguirles el ritmo. Te mareas y sientes que pierdes el control de todo lo que sucede a tu alrededor. Estás tan desesperado que no puedes pensar con claridad y harías cualquier cosa para que terminara el sufrimiento…Pasados unos minutos, comienzan a bajar las pulsaciones y todo parece normal. Vuelves a sentir que no pasa nada y no entiendes que es lo que ha sucedido. Cada noche, al irte a dormir tienes una extraña sensación y el miedo a volver a sentirte igual se apodera de tus pensamientos.

 

Esta situación se hace común para muchas personas que viven un momento difícil en su vida, o simplemente, aparece. Como su nombre indica, ansiedad responde a un estado emocional en el que la persona tiene la sensación de que algo horrible va a ocurrir y que está en peligro ante determinadas situaciones inocuas. Como podemos observar en el ejemplo puede afectar a la persona de las siguientes formas:

 

1- Físicamente: aceleración del ritmo cardíaco, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores, sudores, nudo en el estómago, sensación de mareo e inestabilidad, entre otros.

2- En forma de pensamientos: falta de concentración, pensamiento de que va a suceder algo horrible o pensar que se va a desmayar, etcétera.

3- En el comportamiento: evitar determinadas situaciones en las que se teme sufrir de nuevo el problema, ir a urgencias cuando comienza a sentirse mal, tomar medicamentos, entre muchos otros.

El ejemplo de arriba es un ataque de pánico o crisis de angustia. Cuando sucede es normal sentirse confuso, desorientado e incluso llegar a tener miedo a perder la vida a consecuencia de la situación. Si este miedo persiste y vuelven a producirse más crisis podríamos hablar de un trastorno de angustia o trastorno por pánico. Este tipo de ansiedad, a pesar de ser tan desagradable, es sufrido por muchas personas al menos una vez en su vida.

 

Antes de los 45 años suele aparecer ante pérdidas repentinas (separaciones, fallecimientos y en definitiva, todas aquellas que supongan la separación de un ser querido). Después de esa edad, puede estar relacionado con situaciones normales asociadas a la edad, como cambios hormonales y de situaciones cotidianas, como menopausia, marcha de los hijos del hogar familiar.

 

Recomendaciones

 

  • Intentar mantener la calma y dejar que poco a poco el cuerpo vaya volviendo a la normalidad.
  • Respirar sin tensión o control, dejar al cuerpo que vuelva a la normalidad de forma natural. Sí el miedo fuera muy intenso podemos llevar a cabo una respiración rítmica o “Peace Breathing” para regular los sistemas simpático y parasimpático.  Si quieres conocer más sobre esta técnica haz click en esta PUBLICACIÓN
  • Ser consciente de que es un momento puntual que pasará, para ello puede ayudar salir a un espacio abierto.
  • Tratar de no prestar demasiada atención a los pensamientos y traer la atención a cómo van evolucionando las sensaciones corporales.

 

De igual forma, si has sufrido  una crisis de angustia y el miedo a que se vuelva a repetir empieza a afectar en tu vida, te recomendamos que acudas a un especialista para ayudarte a abordar esta situación de forma que tu vida vuelva a la normalidad.  

 

Autor: Antonio Ortuño

Doctor en Psicología