Se ha demostrado, tanto en investigación como en nuestra propia experiencia, que los dispositivos digitales impiden explorar textos largos eficientemente, hecho que puede afectar a nuestra comprensión lectora. Leer en la pantalla puede también consumir más recursos mentales, haciendo que los textos se recuerden peor.

Si vemos el siguiente vídeo:

Este vídeo nos lleva a plantearnos si depende nuestra manera de leer solo el soporte que utilicemos.
Desde los años 90 se han ido realizando estudios que nos decían que los textos estudiados en las pantallas se recordaban peor. Sin embargo, a medida que la tecnología ha ido evolucionando, también lo han ido haciendo los resultados. De hecho, en EEUU el formato electrónico supone el 20% de la ventas totales de libros.

Cuando nacemos no contamos con circuitos cerebrales especializados en la lectura, durante la infancia el cerebro improvisa reutilizando otras áreas como la del habla, la coordinación motora o la visión. Las letras las percibimos como objetos y los textos como paisajes físicos (como si fuese un imagen de montañas, valles u oficinas).

De hecho, cuando tenemos que recordar un paisaje en el texto, se suele recordar incluso su situación en este. En la mayoría de los casos, los libros en papel poseen una topografía más evidente que los textos en pantalla.

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Cuando leemos en pantallas, podemos subir y bajar por un mar de palabras, avanzar una página con un solo toque, usar herramientas de búsqueda para encontrar una frase o indicarnos la parte leída solo con una barra de progreso que el peso leído y por leer. Por eso no es fácil hacerse una idea de la localización de un pasaje en el conjunto del texto. Es como si Google Maps nos permitiera recorrer las calles una por una, pero sin ofrecer una visión del barrio, la ciudad o el país.

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Leer en una pantalla resulta mucho más fatigoso debido al tipo de tinta, y mucho más en aquellos casos en los que se tratan de pantallas retroiluminadas. En aquellos caso en los que necesitamos aprender el texto, además se pierde mucho tiempo y recursos subiendo y bajando el texto. Además se ha comprobado, como cuando tenemos que leer en la pantalla, tendemos a leerlo una sola vez. Habiéndose llegado a comprobar, que nuestra atención y memoria se merma con este tipo de formatos.
Todo estos factores nos hacen poder desaconsejar el estudio desde soportes digitales, a pesar de sus más que de sobra beneficios, como el fácil acceso, mayor disponibilidad, entre otros.

 

Autora: 

Esmeralda García Chumillas, Neuropsicóloga y Neurologopeda en Clínica Emae.