¿Qué son los despistes?

Para Daniel Schacter,  el despiste es “un lapsus de atención que implica no ser capaz de recordar una información que nunca fue codificada por nuestro cerebro de forma adecuada (si llegó, alguna vez, a ser codificada)”. Añade que el despiste también puede ser esa información que está disponible en la memoria “pero que se puede pasar por alto en el momento en el que la necesitamos”.

No revelan que la persona tenga una mala memoria ya que, la distrabilidad es un momento de desconexión, por un factor tal como el estrés, la acumulación de tareas o las preocupaciones, entre la atención y la memoria, Por tanto, hay personas con una buenísima memoria, pero incapaces de recordar donde han dejado la cartera.

¿Qué puede ocasionarlos?

  • La edad: Con la edad, las conexiones neuronales empiezan a debilitarse, dando lugar a pequeños despistes y olvidos tales como, no encontrar la palabra adecuada o dificultad para aprender nuevas actividades. Por ello, es necesario reforzar la memoria, aun antes de percibir estas dificultades, realizando ejercicios de memoria tales como sudokus , pasatiempos, puzles o sopa de letras, llevar una dieta sana ( la dieta mediterránea es la más equilibrada), hacer ejercicio físico de manera rutinaria. Con esto se intenta ejercitar las conexiones neurales y activar el funcionamiento del cerebro.

 

  • El estrés: cuando el individuo se ve sometido a estrés, se activan una serie de mecanismos compensatorios en el organismo, conocidos con respuesta fisiológica del estrés. Con ella se produce la liberación de glucocorticoides y catecolaminas, que durante un corto periodo de tiempo, favorecen el aprendizaje y la memoria, entre otras cosas. Sin embargo, si el estrés se da durante un tiempo prolongado, la memoria empeora ya que se produce una sobreactivacion del organismo que acaba por desgastarlo. La relación entre estrés y memoria, sería como una U invertida, con un cierto nivel de estrés la memoria rendiría más, pero al sobrepasar la activación necesaria, el rendimiento ira a menos. Se recomiendan técnicas que disminuyan el exceso de estrés, como la relajación progresiva de Jacobson o el mindfulness.
  • Cansancio físico y/o agotamiento emocional: los despistes pueden ser un síntoma de falta de energía. El cansancio ralentiza la capacidad de atención y la velocidad de reacción. Esto provoca que cambiemos una acción prevista, por otra que estaba en el inconsciente. Por ello, se debe intentar dormir 8h diarias, llevar una dieta adecuada que incluya desayunar a pesar de no tener hambre, comer cada tres o cuatro horas, mantenerse hidratado, comer más fibra y Omega 3, desconectar del trabajo y tomarse tiempo para uno mismo.
  • Preocupaciones: la energía mental se absorbe por otros canales y se reduce la efectividad para realizar tareas cotidianas, pero necesarias para nuestro día. Para evitar esto, se debe fomentar la tranquilidad y la concentración.
  • La rutina, el “piloto automático: acciones que cuando se están aprendiendo requieren mucha atención, pasan a ser automáticas cuando la practica aumenta. Así, la rutina es otra de las causas de los despistes. Para mejorar esto, hay que entrenar la concentración. El mindfudness sería recomendable.posit

Estrategias para evitar los pequeños despistes y distracciones

Además de los consejos específicos para cada despiste, según su diferente causa, se pueden adoptar ciertas estrategias que ayudan a combatir esas pequeñas distracciones y olvidos:

  • Recordatorios visuales, como post-its, escribiendo lo que se necesita recordar en ellos y colocándolos en el punto de ejecución. (Por ejemplo, llaves en la puerta, para no olvidar llevarse las llaves).
  • Con las nuevas tecnologías podemos poner alarmas que nos recuerden hacer las cosas.
  • Llevar una agenda, para apuntar todo lo que se necesita recordar.
  • Preparar cada noche una lista con lo que se tiene que hacer al día siguiente. Tener un lugar específico para dejar los objetos cotidianos importantes. Por ejemplo una caja donde siempre se deje el móvil, la cartera, las llaves y las gafas.

Autora: 

Esmeralda García Chumillas. Neuropsicóloga en Clínica Emae