En el artículo de esta semana vamos a tratar sobre aquello que une a las personas. Si nos paramos a pensar la mayoría de las personas se sienten bien cuando sienten que no están solos. Ese vínculo que se crea entre los individuos, en Psicología lo llamamos apego. Los Psicólogos llamamos apego al vínculo que se establece desde bebé y que se traslada a la vida adulta.

Como bien sabéis cada persona establece las relaciones de forma diferente. Seguramente a lo largo de nuestra vida han pasado personas que podríamos catalogar como pasotas, inestables, muy seguros de sí mismos y los que parecen desorientados en el plano de las emociones y relaciones interpersonales, que en resumidas cuentas, se parecen a los inestables. Para que nos hagamos una idea, cuando nos referimos al pasota aludimos a  aquellas personas que no necesitan a nadie; por el contrario, podríamos pensar en aquel amigo que siempre está preocupado acerca de sus relaciones, que le es difícil mantener relaciones ya que siempre, entre la  pandilla, ha sido el inestable del grupo; por otro lado están aquellos que aparecen seguros sin dificultad de afrontar las dificultades.descarga

Tras la Segunda Guerra Mundial  se realizó un estudio sobre los huérfanos y lo niños sin hogar que quedaron, ya que estos niños presentaban muchas dificultades para el desarrollo normal. Por ello, John Bowlby un  psiquiatra y psicoanalísta inglés, empezó a  investigar sobre los efectos de la privación materna, dando lugar posteriormente, a la Teoría del Apego. Estas investigaciones se hicieron con monos que se les privaba de la madre, experimentando cómo se desarrollaba la cría en función de variables relacionadas con la madre. Entre otras cosas muy curiosas, se descubrió el fenómeno del Enanismo Social, aunque hoy no hablaremos de este tema.

Esta teoría propone que los niños se apegan a aquellos adultos que son sensibles y receptivos con ellos, durante el periodo de edad de los seis meses a los dos años.  Por tanto, cuando el niño comienza a explorar el medio (gatea o camina) empieza a utilizar su figura de apego como una base segura para explorar más y sintiendo seguridad, pudiendo volver a ellos cuando sienta miedo o algún hecho negativo.

Esta teoría resalta la importancia de la interacción bebé-adulto, ya que la reacción de los padres cuando se producen estas situaciones generan los patrones de apego, generando en el niño un modelo interno que guiará la internalización de percepciones individuales, emociones, pensamientos y expectativas en las relaciones posteriores (infancia, adolescencia, vida adulta y vejez).

Posteriormente, Mary Ainsworth siguió la investigación de Bowlby con una innovadora línea de investigación realizando estudios en  Escocia y Uganda, observando la diada  (padre/madre-bebé) durante el primer año de vida del niño. Fueron sus investigaciones las que aportaron un gran valor a esta teoría.

Ainsworth desarrolló un procedimiento, denominado Protocolo de situación extraña para evaluar los patrones de apego en bebés y niños en brazos.  Al crear tensiones diseñados para activar la conducta de apego, el procedimiento pone de manifiesto cómo los niños pequeños usan a su cuidador como fuente de seguridad. El cuidador y el niño se colocan en un cuarto de juegos familiar, mientras que un investigador registra comportamientos específicos, observando a través de un espejo unidireccional. En ocho episodios diferentes, el niño experimenta separación / reunión con el cuidador y la presencia de un extraño desconocido.

 

Entre los tipos de apego que surgen tras estás investigaciones encontramos: 

  • Apego Seguro.

El bebé examina el recinto y los juguetes con interés durante los períodos previos a la separación. Da señales de echar de menos a la madre durante la separación, a menudo lloros durante la segunda separación. Preferencia obvia por la madre frente al extraño. Saluda a la madre activamente, normalmente iniciando el contacto físico. Normalmente cierto mantenimiento de contacto hacia el segundo reencuentro, pero después se restablece y vuelve al juego.

  • Apego Ansioso: Resistente / Ambivalente.

Puede mostrarse cauto o angustiado antes de la separación, con escasa exploración. Preocupado por la madre durante todo el procedimiento, puede parecer furioso o pasivo.  No logra establecerse y confortarse cuando reencuentra a la madre  y normalmente continúa centrando su atención en la madre  y sigue llorando. No logra volver a la exploración tras el reencuentro.

  • Apego Ansioso:  Evitativo

No llora durante la separación de la madre. Evita e ignora activamente a la madre durante el reencuentro (p.e. alejándose, mirando en otra dirección o soltándose de los brazos cuando se le alza). Escasa o ninguna proximidad ni búsqueda de contacto, no hay señales de angustia ni de ira.La respuesta a la madre parece carecer de emoción.  Se centra en los juguetes o en el ambiente durante todo el procedimiento

  • Apego Desorganizado

El bebé muestra conductas desorganizadas y/o desorientadas en presencia de la madre, sugiriendo un colapso temporal de las estrategias conductuales. Por ejemplo, el bebé puede congelarse con una expresión equivalente al trance, manos abiertas, puede alzarse ante la entrada de la madre, después caerse y acurrucarse sobre el suelo, o puede aferrarse mientras llora amargamente y sin embargo distanciarse con la mirada.

 

 

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Y cómo es el comportamiento de los padres en estas situaciones:

  • Padres Seguros:

Reacciona de forma apropiada, rápida y consistente a las necesidades.

  • Padres Ambivalentes:

Son inconsistentes entre las respuestas apropiadas y negligentes. Suelen ser excesivamente protector del niño, y no pueden permitir la toma de riesgo.

  • Padres Evitativos:

Son aquellos que tienen una pequeña o  ninguna interacción a la irritación del niño. Reforzando de esta forma la independencia del niño.

  • Padres Desorganizados:

Comportamiento asustado o asustador, intrusivo, retiro, negativo,  confusión de roles, errores de comunicación afectiva y malos tratos. Muy a menudo se asocia con formas de abuso infantil.

 

El tipo de apego que establezcamos con nuestros niños, o que hayamos establecido con nuestros padres va a definir, en gran medida, la forma con la que nos vamos a relacionar en la forma adulta, así como, un predictor de la necesidad de un apoyo psicológico. Incluso, en algunos casos, se repite nuevamente en la relación que se establece cuando estos adultos tienen que establecer una diada con el bebé. Generalmente, es un predictor de dificultades emocionales que se van a encontrar a lo largo del desarrollo de la adolescencia, vida adulta, etc. Por ello, muchos de los malestares emocionales o dificultades de adaptación de estas personas se deben a unos patrones erróneos para estructurar la realidad.

 

Autora:

Esperanza Merlos Fernández, Psicóloga en Clínica Emae